La necesidad de controlarlo todo
La necesidad de ejercer control es una característica bastante acentuada en muchas personas que conocemos. Algunas, incluso, se reconocen o se definen como controladoras y, curiosamente, son capaces de ejercer ese control sobre las cosas y sobre otras personas pero rara vez sobre sí mismas. Llevan a gala el que nada se les escape y el que los demás hagan las cosas a su manera, por otro lado, la única correcta.
El controlador sólo se siente seguro cuando las cosas suceden según lo planificado lo que, en realidad, sucede sólo en algunos ámbitos de su vida y sólo algunas veces, como en el plano laboral cuando la situación permite hacer previsiones sobre variables muy conocidas o en el personal cuando la mayoría de los que le rodean se ciñen a sus condiciones por no soportar sus reacciones ante la contrariedad. En el plano de las relaciones sociales, en general, el controlador no suele desenvolverse bien a pesar de las apariencias.
Las personas controladoras suelen ser, a la vez, muy inseguras. Su falta de flexibilidad y su incapacidad para reaccionar ante lo imprevisto les genera la necesidad de moverse sobre seguro y se obligan a mantener el control como una forma de eliminar la tensión que les produce la posibilidad de dejarse ir.