Es buena persona, pero…

Es buena persona, pero…
¿Cuántas veces hemos oído esta frase? ¿Qué define a una buena persona? ¿Qué la distingue de la que supuestamente no lo es? Es curioso que cuando se utiliza esta expresión lo que sigue a ese pero no suele ser algo positivo. Es buena persona pero tiene un carácter que no hay que la aguante, o me hace sufrir lo indecible o me ataca de una manera inmisericorde cuando algo no le gusta…, vamos, que si no fuera porque me acaba de segar la hierba bajo los pies, quedarse con mis clientes o provocarme un dolor del que aún no me he recuperado, por lo demás, es muy buena persona.
No tengo muy claro cuál es la idea que tenemos de lo que significa ser buena persona. Muchas veces, en la calle y, sobre todo, en la consulta que es dónde la gente se explaya más hablando de las miserias humanas, escuchamos tras un relato en el que alguien te detalla el machaque continuo por parte de algún familiar, los comentarios despectivos por parte de un amigo o las humillaciones recibidas por parte de un cónyuge o un compañero de trabajo, que se añade aquello de: si es buena persona…pero…
Parece que hay cierto pudor en reconocer que hay gente que tiene malas intenciones, que disfruta haciendo daño o que en vez de impulsarte hace todo lo posible por aplastarte. No hablo de conductas puntuales que quien más o quien menos todos hemos llevado a cabo en algún momento de nuestras vidas. Los seres humanos no somos como los personajes de algunas películas donde es fácil distinguir los buenos de los malos, estereotipos planos, sin fisuras, somos complejos y todos tenemos un lado oscuro, más gris o más negro. Me refiero a aquellas conductas sistemáticas, repetidas en el tiempo, que se convierten en la forma de relacionarse con los semejantes.
Las buenas personas tienen virtudes y defectos, luces y sombras, claro está, pero no mantienen conductas que destrozan las vidas ajenas. Por mucho que nos empeñemos, esas no son buenas personas.