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¿Pensar mucho es lo mismo que pensar bien?
La forma en la que pensamos sobre las cosas nos facilita una mejor definición de los problemas y una mejor búsqueda de alternativas. Se trata de cambiar el “pensar mucho” por el “pensar bien”, siendo bien la forma que nos permite conseguir nuestros objetivos, o lo que es lo mismo, la que nos permite ir desde dónde estamos hasta dónde queremos estar.
Habitualmente, tendemos a pensar de dos maneras: en círculo, lo que se manifiesta en expresiones como “yo le doy muchas vueltas a las cosas” o “no hago más que darle vueltas” o en túnel, queriendo ver un punto en la lejanía viendo negro todo lo demás: “no tengo otra opción” o “es que no soy capaz de ver otra salida”. Lo cierto es que tanto una forma de pensar como la otra son tremendamente limitadoras. La primera porque a lo que damos vueltas una y otra vez es al problema, no a las posibles soluciones, y la segunda porque ese efecto túnel nos impide ver cualquier otra posibilidad obcecados en no mirar en otras direcciones.
Se impone cambiar la forma de pensar hacia una “visión panorámica” que nos ayude a analizar la situación desde diferentes ángulos, a buscar alternativas y, puestos a dar vueltas si es que no nos mareamos, y queremos girar sobre algo, que sea sobre las posibles soluciones y no, una y otra vez, sobre el problema.
El pensamiento circular, sobre todo cuando es negativo, nos lleva a excavar agujeros cada vez más profundos, llenos de preguntas sin respuesta, de planteamientos que consideramos cargados de razón por pura insistencia en ellos y de distorsiones mentales derivadas de lo anterior. Es necesario romper ese círculo vicioso que acaba jugando en nuestra contra y hacer planteamientos nuevos, nuevas preguntas, esta vez bien formuladas, que nos lleven a respuestas valiosas y a soluciones reales.