Aunque no nos paremos a pensar en el significado que el trabajo tiene en nuestras vidas, el hecho es que si lo hacemos, nos daremos cuenta de que nuestro día está condicionado por nuestra actividad laboral. Nuestra hora de levantarnos depende de la de entrada al trabajo, comemos cuando nuestro horario laboral lo permite y nuestras actividades de ocio, los viajes o las vacaciones se planifican según las necesidades de la empresa. El tiempo libre que nos deja el trabajo es el que nos permite realizar otros proyectos.
Es tan importante que una de las primeras cosas que hacemos cuando conocemos a alguien es preguntar a qué se dedica, interés que suele ser compartido por nuestro interlocutor. Nuestra actividad laboral nos proporciona ingresos que nos permiten atender a nuestras necesidades pero no solo eso, nos da una posición en el conjunto de la sociedad a la que pertenecemos. En otros aspectos nos sirve para sentir que somos útiles en esa sociedad, que aportamos valor y que nos realizamos como personas.
Cuando en momentos de crisis económica aumentan las cifras de desempleo o el trabajo se convierte en una fuente de incertidumbre, las consecuencias no se reflejan únicamente en una pérdida del poder adquisitivo, también se resienten aspectos psicológicos como la autoestima, la seguridad o el sentido de pertenencia al grupo.
La inseguridad, la incertidumbre respecto al futuro y la tensión generada por la precariedad laboral, producen un aumento del estrés cuyas consecuencias se manifiestan tanto física como psicológicamente. El trabajo es un elemento básico en nuestro bienestar y cuando los problemas que se derivan del mismo son tan importantes que perturban la vida y generan un malestar significativo, es necesario elaborar estrategias que permitan a la persona afrontar la situación y hacerla más llevadera. Y siempre que esto sea así, conviene contar con ayuda profesional.
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