En los últimos tiempos, conversar con las personas que nos encontramos en la calle o en el trabajo, por lo general, supone recibir una buena dosis de pesimismo y una ración abundante de quejas y desánimo. Pocas veces alguien te dice que le va estupendamente o que se siente feliz con su vida aunque en su caso particular las cosas le vayan bien.
¡Cuidado! El pesimismo es contagioso. Si nos dejamos llevar por la queja generalizada corremos el riesgo de creer que todo es negativo sin pararnos a pensar que incluso en las situaciones de crisis, como la actual, podemos extraer algo positivo por difícil que resulte.
Ser positivo no supone negar la realidad o hacerse inconsciente de lo que pasa alrededor, supone ser realista y capaz de ver lo negativo y lo positivo. Cuando nos instalamos en el pensamiento negativo, éste nos arrastra y hace que percibamos únicamente las dificultades, lo que puede salir mal o que anticipemos sucesos que es improbable que se produzcan.
Es necesario luchar contra el desánimo, salir de ese lugar de victimización y de queja permanente y trabajar para conseguir nuestras metas. Nadie garantiza que el trabajo nos haga conseguir lo que queremos, lo que sí es más que probable es que sin luchar es muy difícil que consigamos nada.