Cuando, en la formación empresarial, se menciona el tema de los valores, la primera reacción de los asistentes suele ser de sorpresa que se incrementa cuando les haces ver la enorme influencia que tienen en la conducta en general y en el comportamiento organizacional en particular. Aunque es innegable que en los últimos tiempos, sobre todo, las grandes corporaciones se han llenado la boca o, en su caso, la tecla y la web, de explicaciones sobre su misión, su visión y, como no, sus valores, parece que el término no ha llegado a calar, o al menos no se ha interiorizado lo suficiente, como para que cuando se menciona ante personas que pertenecen a la organización no suene a novedad o resulte sorprendente.
Estamos demasiado acostumbrados a racionalizar, a ver o a palpar y cuando se nos presentan conceptos difíciles de asir como la equidad, la excelencia o la integridad, parece que nos exigen un plus de reflexión que no es necesario cuando alguien nos dice que su objetivo es vender refrescos, electricidad o alimentos infantiles. Lo cierto es que cuando se hace esa reflexión es fácil encontrar ciertas contradicciones entre lo explicitado como valores de la empresa y lo que se percibe en el día a día y algunas discrepancias entre los valores propios y los que mantiene la organización, sobre todo, por la vía de los hechos.
Los valores, los propios y los ajenos, influyen en nuestra conducta más de lo que somos conscientes porque nos indican qué es lo bueno y lo malo, lo deseable o rechazable y esto nos plantea conflictos internos y externos que muchas veces achacamos a múltiples razones que nada tienen que ver con ellos. Cuando hablamos de ética o de responsabilidad social también estamos hablando de valores y cuando digo que no me gusta cómo se están haciendo las cosas porque eso va a perjudicar a mucha gente también estamos hablando de valores.
Es difícil intervenir en una organización y gestionar cambios olvidándonos de los valores. En la base de muchos conflictos y en las disfunciones organizativas subyace un choque entre los valores de la persona y la empresa o de los diferentes departamentos entre sí. Seamos conscientes de que cuando observamos conductas, a menudo, no podemos establecer relaciones causa-efecto con facilidad por mucho que nos esforcemos en encontrar una explicación a los hechos. Generalmente, la conducta es la cristalización de varias causas o de las distintas variables que están incidiendo en ella, por lo que no sólo la motivación o la actitud o el compromiso son causa de un comportamiento, hay más, y una de ellas tiene que ver con los valores.
Nuestra jerarquía de valores, porque no los tenemos colocados de cualquier manera sino jerarquizados, es la guía que nos hace saber lo que está bien o mal y aunque cada uno tiene la suya y no siempre es fácil coincidir con la ajena, cuando choca con la de nuestra empresa nos genera un malestar tan importante como la magnitud del choque. Detrás de la desmotivación, de la baja productividad y de la insatisfacción busquemos también conflictos respecto a los valores.