El diccionario de la RAE define el miedo como una perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real o imaginario. La mayoría de los miedos que nos encontramos habitualmente pertenecen al segundo grupo, al de los daños imaginarios. Tenemos miedo al rechazo, al fracaso o a las opiniones de los demás.
Si analizamos las situaciones de la vida diaria a las que no somos capaces de hacer frente vemos que no hace falta rascar mucho para encontrar un miedo. ¿Y si sale mal? ¿Y si se enfada? ¿Y si me dice que no? Son preguntas habituales a las que la persona que las formula no suele dar respuesta. Esa falta de respuesta alimenta el miedo porque no concretamos que son aquellas cosas terribles que pueden pasar.
Es cierto que hay casos en los que la respuesta conlleva una situación real de consecuencias negativas para la persona, pero en un porcentaje muy elevado de situaciones de bloqueo la respuesta es que no pasaría nada más allá de asumir la posibilidad de un error, de esperar a que al otro se le pase el enfado o de arriesgarse a que te digan que sí o, en caso contrario, intentarlo de otra manera.
Vivir con miedo es la peor manera de vivir. La única forma de vencer el miedo es enfrentarse a él. Veremos que, a menudo, lo temido no era para tanto, que las cosas negativas que anticipamos no se cumplen y que cada vez que nos enfrentamos a un miedo nos hacemos más fuertes