Nos parece mentira que las personas podamos enfermar por las dificultades para afrontar los problemas de la vida cotidiana. Para muchos es inexplicable que una mala situación laboral o personal desencadene una serie de síntomas físicos y psíquicos que no parecen poder atribuirse más que a una situación difícil de asumir y más difícil de cambiar.
Si, además, nos encontramos con el consabido grupo de expertos formado por amigos y familiares cuya misión en la vida parece centrarse en quitar importancia a lo que sucede o atribuir a la persona que sufre la cualidad de egoísta o inmadura, tenemos la mejor combinación para convertir la vida de una persona en una trampa de mala salida.
Cuando una persona viene a consultar es frecuente que además de contar como están las cosas, con las consiguientes dudas sobre si estará o no interpretando mal lo que sucede, a tenor de las opiniones de los que le rodean, nos hable casi más de lo que piensan otros que de cómo está viviendo la situación.
Esto sucede no porque no esté claro lo que piensa o lo que siente, sino porque la mayoría de los allegados, casi sin excepción, han intentado convencerle de su equivocación en base a lo que supuestamente debe de sentir, desear o vivir. Supuestamente, porque esas ideas tan firmemente defendidas se basan en las propias creencias de quien opina sin estar avaladas por nada más.
Es curioso que la persona que sufre, que lo pasa mal, que está viviendo en propia carne la experiencia negativa, se cuestione su propia percepción de la realidad, que al fin y al cabo es la que cuenta, y no la de los otros que no la viven pero que tienen claro lo que la persona debe hacer con su vida. Por lo general, justifican sus argumentos basándose en una supuesta objetividad, por ejemplo, cómo no va a gustarte ese trabajo con la de gente que mataría por él o como no vas a querer a Menganita o a Perenganito que son muy buenos y se desviven por ti.
Lo cierto es que es relativamente fácil obligar a alguien a que haga algo, pero a que le guste algo que no le gusta o a que quiera a alguien por las cualidades que le adornan es mucho más complicado.
Así, nos encontramos con quien teniendo claro que no quiere trabajar en lo que trabaja o que no quiere estar con la persona con la que está o llevar la vida que lleva, viene a la consulta porque acaba por no distinguir entre lo que quiere, lo que puede y lo que debe. Y todo porque hubo un momento en el que se dio cuenta de que aquello no es lo quería, que no puede más y que lo que debería es hacer cambios y no le dejan. Una pena.
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