Es habitual que en la consulta las personas nos pregunten si lo que les pasa es normal. Generalmente, detrás de esa pregunta está el hecho de haberse comparado con otras personas de su entorno y que el resultado de esa comparación sea que su situación es peor que la que tienen los otros.
La tendencia a observar las circunstancias de la vida de la gente que nos rodea es algo que hacemos desde que nacemos. Gran parte del aprendizaje se produce por imitación y muchos de nuestros actos se llevan a cabo porque hemos visto a otros ejecutarlos antes y, sobre todo, obtener recompensas por realizarlos.
Otra cosa es extraer conclusiones de lo que observamos. Nuestra percepción es muy selectiva. Nos fijamos en aquellas cosas que por diferentes razones llaman nuestra atención y pasamos por alto muchas otras que no percibimos aunque las tengamos delante. Así, consideramos que nuestros trabajos son peores o están peor remunerados que los de los vecinos, que nuestras parejas no son tan entregadas y atentas como las de nuestras amigas o que todo el mundo es más feliz y tiene más suerte que nosotros.
Parte de nuestra infelicidad proviene del convencimiento de que a otros les es dado aquello de los que a nosotros se nos priva. Cuando nos comparamos no lo hacemos respecto a la totalidad de las circunstancias o de las características de los otros, sólo de aquello en lo que nos fijamos porque nos resulta llamativo, lo envidiamos o lo consideramos una carencia. Aprendamos a disfrutar de lo que tenemos y no a vivir frustrados por lo que consideramos que tienen los demás.