La Caja Sináptica. Blogs El Correo Gallego.
El otro día, zapeando, me tropecé, en una cadena de televisión, con una persona a la que en ese momento entrevistaban, que ejercía como actividad la de fotógrafa especialista en hacer fotos para redes sociales, tal como aparecía en el letrero debajo de su nombre. Como fondo, una chica haciendo poses según le iba indicando la fotógrafa. La profesional explicaba que siempre se trataba de mejorar la imagen, que si alguien era bajo se le hacía aparecer más alto o que si alguien tenía algún defecto se intentaba que este no fuera visible.
Hasta ahí, nada fuera de lo normal. Todos nos hacemos fotos por diferentes motivos y, por lo general, todos queremos salir guapos en ellas. Dar la mejor imagen de nosotros mismos es algo que intentamos con foto o sin ella. El vestuario, el peinado, el maquillaje o cualquier otro elemento que utilicemos, pretenden, aunque no siempre lo consiguen, mejorar aquello que la naturaleza con mayor o menos generosidad nos ha dado. A veces, la mejora es tan considerable que el encuentro con la realidad nos hace sentirnos víctimas de un engaño.
El fenómeno de las redes sociales, como forma de relación entre las personas, permite que manipular la percepción que los demás tienen de nosotros dé una vuelta de tuerca más en ese mostrarse a los otros. Hay personas que sólo utilizan las redes para comunicarse con aquellos a los que conocen personalmente pero cada vez más las utilizamos para difundir lo que hacemos, por motivos profesionales o para contar lo que no le contamos a los que tenemos al lado. Muchas de esas personas jamás van a tener oportunidad de encontrarse cara a cara y de contrastar si aquella imagen sonriente corresponde realmente a alguien que lo hace habitualmente o sólo estaba posando para la foto y resulta que es un triste.
Otro fenómeno que llama la atención es la reacción que se produce cuando alguien cambia la foto que tiene en Facebook o en cualquier otra red y es el número de comentarios que los amigos y amigas del que ha cambiado la foto hacen respecto a lo fantásticamente bien que aparece, con los halagos consiguientes, cuando semejantes muestras de entusiasmo rara vez se dan cuando reproduce un texto por interesante que este sea.
Parece que tener una buena foto en las redes sociales se ha convertido en algo tan importante como poner una buena foto en un curriculum para que el posible contratador no piense que la hemos sacado de una ficha policial, la diferencia es que con la primera pretendo conseguir trabajo y con la segunda que un montón de gente a la que con toda probabilidad nunca voy conocer piense que soy joven y guapa. ¿Será para que se queden pensando en lo que se están perdiendo? A ver si un día de estos cambio la foto del Facebook.