Una de las experiencias más devastadoras que podemos sufrir en nuestra vida es la de amar a quien no nos ama. No son pocas las personas que acuden a la consulta del psicólogo porque no han superado una ruptura, a veces producida hace años, o porque a pesar de haber pasado mucho tiempo siguen intentando encontrar una explicación que les permita entender qué pasó para que la persona amada dejara de quererlas, o porque el shock ocasionado por el abandono ha producido un bloqueo en sus vidas que nos les permite avanzar en ninguna dirección.
Una de las causas más habituales de este estancamiento, en el momento vital en que se produjo la ruptura, es el empeño en entender los motivos del desamor. Es frecuente escuchar que tales motivos no existían, que no había terceras personas, ni discusiones, ni malos tratos. Uno de estos motivos objetivos, visibles, evidentes, podría ser justificación suficiente para deteriorar una relación y provocar una ruptura, pero ¿y cuándo esto no pasa? ¿Qué puede justificar el desamor?
Hay muchas razones que pueden estar detrás de una ruptura: el desgaste que producen la convivencia y la rutina, el cansancio producido por acoplarse a la forma de vivir del otro, los problemas generados por los hijos, por la familia política o, incluso, la propia, o simplemente porque la persona que antes nos gustaba, nos atraía y nos divertía empieza a aburrirnos, a sernos indiferente o puede que a provocar rechazo.
Es difícil saber por qué nos enamoramos de alguien. Es cierto que, a posteriori, podemos intentar explicar esa atracción porque nos gusta su risa, sus ojos o su manera de ser. Lo cierto es que nos sentimos atraídos por unas personas y no por otras y que cuando se trata de las relaciones de pareja esa atracción no siempre es permanente en el tiempo. Intentar entender por qué no nos quieren nos lleva a un callejón sin salida. Cuándo alguien deja de querernos no hay que entender, hay que aceptar la nueva situación, superar el dolor que produce la pérdida, poner todo nuestro empeño en reconstruir nuestra vida, ya sin el otro, y seguir disfrutando de ella de una manera distinta.