Uno de los términos de moda es la reinvención. El reinventarse, el empezar de nuevo después de una trayectoria profesional, parece el mandato obligado de los tiempos que vivimos. La famosa crisis, que es difícil determinar si ha pasado o no, ha obligado a que muchas personas, que daban por establecida su vida hasta la jubilación, hayan tenido que plantearse tomar un camino diferente.
Reinventarse supone pararse a pensar qué habilidades tengo, qué conocimientos o, sencillamente, qué sé hacer o qué puedo aprender que me permita seguir adelante cuando las expectativas que tenía se han visto frustradas.
La reinvención no solo afecta al ámbito del trabajo. Las relaciones que se terminan, los cambios sociales, la publicidad que nos presiona para dar más de nosotros mismos y cualquier otro factor que produzca un efecto similar, nos impulsa a hacer cambios. A veces, los cambios son menores y solo nos llevan a experimentar cosas diferentes o a incorporar a nuestra rutina algunas conductas inéditas hasta entonces. Otras veces, los cambios son más radicales.
La pérdida de trabajo o un divorcio, si no nos llevan a un bloqueo vital, nos ponen en una posición complicada que hace que nos cuestionemos si lo que dábamos por hecho hasta ese momento era cierto o no. Nos ponen en la disyuntiva de conformarnos y ver pacientemente como se nos escapan los días y las ilusiones lamentándonos o tomamos la decisión da hacer cosas diferentes, de cambiar el rumbo de nuestra vida.
Reinventarse supone elegir la segunda opción, la que nos saca del victimismo y la lamentación y nos obliga a coger impulso, a cerrar una etapa y abrir otra, incierta pero estimulante. Los cambios siempre se acompañan de incertidumbre y de dudas porque nunca podemos saber, por bien que hayamos calculado, qué va a pasar, qué hay al otro lado.
En esta época, en la que la esperanza de vida es cada vez mayor y el entorno es tan dinámico y tan impredecible, la posibilidad de hacer giros vitales y profesionales es enorme. Forzosos y voluntarios. Debemos perder el miedo a los cambios, a la incertidumbre y a nuestra propia inseguridad y reinventarnos una, dos o las veces que queramos. Eso es que estamos vivos.
Foto: Carmen Ariza