¿Por qué cuesta tanto superar una ruptura? Además de las razones que se señalaban en el post anterior como tratar de entender el desamor, el buscar razones más o menos objetivas que lo justifiquen y el dolor que produce la conciencia de la pérdida, hay otras pérdidas que se añaden a la propia del ser querido.
No es raro, que si escarbamos un poco, nos encontremos con que lo que se echa de menos, más que a la persona que queremos o creemos querer, es todo lo que teníamos cuando esa persona estaba con nosotros. En unos casos será la compañía, en otros una forma de vida que nos gustaba y que ya no volverá a ser la misma, los amigos comunes que a menudo se ven obligados a tomar partido por uno de los miembros de la pareja y con los que no volveremos a relacionarnos como hasta ahora, la familia política, la posición social o la mengua de poder adquisitivo.
Cada pareja, en su convivencia y a veces sin convivir, ha establecido una determinada manera de hacer las cosas, de relacionarse con el entorno, que no es la de uno o la del otro sino la de ambos conjuntamente. La ruptura supone la pérdida de lo que se tenía, tangible o intangible y la necesidad de hacer ajustes en todos los aspectos de la vida.
Es cierto que las pérdidas pueden no ser las mismas para los dos miembros de la pareja como, sin duda, las contribuciones a la vida común tampoco habrán sido las mismas. En cualquier caso, la necesidad de superarlas, la de llenar los vacíos que dejan las diferentes ausencias nos obliga a iniciar un proceso que debemos abordar sin victimizarnos ni sentirnos culpables, planteando nuestra existencia a partir de ese momento como una nueva y diferente etapa en nuestra vida.