Siempre me pasa lo mismo; todo el mundo está mejor que yo; cada vez que intento algo me sale mal; no me apetece hacer nada ¿A que nos resulta familiar esa manera de hablar? Es posible que hayamos dicho alguna de esas frases y es muy probable que se las hayamos escuchado a otros.

Las generalizaciones son distorsiones que nuestra mente hace sobre el mundo, las personas o las cosas. Todo, nada, siempre, nunca… Cada vez que generalizamos hacemos afirmaciones categóricas que no admiten matices hasta que nos paramos a pensar y someter a evidencia tales afirmaciones. Es entonces, cuando nos damos cuenta de que nadie me quiere es una afirmación excesiva que debería cambiarse por Pepe no me quiere o Todo me sale mal por Esto, aquí y ahora, no ha salido como yo pretendía.

El caso es que pocas veces hacemos esa reflexión y, por lo tanto, llegamos a convencernos, a fuerza de repetirlo, de que determinadas cosas son, en todos los casos, de una manera cuando sólo una cosa o una persona o un acontecimiento lo es. Ese convencimiento acaba instaurándose y transformándose en una creencia que no admite discusión y que influye, sin que nos demos cuenta, en nuestras relaciones, en las decisiones que tomamos y en nuestra forma de percibir la vida.

Si he tenido un fracaso me convierto en una fracasada, si una actividad se me resiste soy una inútil y si alguien me hace una sugerencia de mejora es que no le gusta nada de lo que hago. Cuando esto se convierte en una manera de pensar habitual es fácil que acabemos considerando el mundo mucho peor de lo que es y sufriendo más de lo que corresponde, ya que la sensación de catástrofe, derivada de la consideración de cualquier hecho como algo extensible a cualquier otro similar, es abrumadora.

Las generalizaciones nos llevan a sacar conclusiones erróneas ya que la premisa de la que parten lo es también. Si pensamos que sólo un hecho, o una persona, o una circunstancia nos resultan desfavorables, es muy probable que intentemos probar otra manera de abordar el problema, buscar soluciones o hacer análisis más ajustados de la situación que nos ha llevado a dónde estamos. Sin embargo, cuando generalizamos, lo que hacemos es entrar en un bucle fatalista en el que todo o nada se produce de una manera inexorable, y se va a producir en el futuro, lo que nos lleva a la impotencia y a la parálisis.

No siempre generalizamos respecto a cosas o situaciones que podríamos considerar negativas. También puedo pensar que todo el mundo me quiere, o que la mala voluntad no existe porque todas las personas son bienintencionadas, o que nunca voy a tener un accidente porque nadie conduce mejor que yo. Sigue siendo una distorsión y las consecuencias de ella igualmente nefastas porque nos llevan a considerar el mundo de una manera mucho más homogénea de lo que es y, por lo tanto, a hacer previsiones que se acaban demostrando equivocadas y a mantener creencias y comportamientos que son, claramente, inadecuados.

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