Tomar decisiones supone elegir entre diferentes posibilidades que se nos presentan en un momento dado. Esto implica que cada vez que optamos por una de las opciones nos vemos obligados a renunciar a la otra o las otras.
Lo que, en principio, no debería constituir un problema ya que se supone que somos capaces de razonar y de valorar qué es lo que más nos conviene y, por lo tanto, elegir la mejor opción, muchas veces, se convierte en un proceso difícil y lleno de obstáculos.
Los seres humanos no sólo tomamos decisiones pensando o razonando, las emociones, las presiones de los otros o la valoración que hacemos de las situaciones influyen en la forma en la que decidimos.
Algunas personas tienen la creencia de que siempre se equivocan o de que constantemente están cometiendo errores cada vez que tienen que tomar una decisión. Otras lo quieren todo y la dificultad consiste en que les resulta casi imposible renunciar a nada y por lo tanto elegir. También hay otras que se precipitan, que no se toman el tiempo suficiente y , al contrario, las que ralentizan tanto el proceso que eso les lleva a perder oportunidades, una detrás de otra.
Es posible aprender a tomar decisiones satisfactorias sin que esto suponga un elevado coste mental y emocional. Adquirir habilidades que te permitan establecer objetivos y tomar decisiones genera satisfacción y percepción de control sobre las situaciones de la vida cotidiana.
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