Si hay alguna situación en la que podemos decir que todos nos hemos encontrado en alguna ocasión es en una situación de conflicto. Con mayor o menor intensidad, las relaciones entre las personas generan conflictos. Basta tener intereses opuestos, puntos de vista distintos o discrepancias sobre algún tema para que se pueda producir un conflicto.
Los conflictos no siempre se manifiestan de una manera clara, sobre todo cuando alguna de las partes niega su existencia o tiende a evitarlos, lo que no siempre es adecuado ya que en la mayoría de los casos supone una falta en la expresión de las emociones que acaba pasando factura. Muchas veces no se expresan ideas o sentimientos por miedo a la reacción del otro, por no molestar o por una falsa creencia que lleva a pensar que las cosas se solucionan solas.
Es necesario aprender a gestionar los conflictos y a mantenerlos en unos niveles manejables que permitan la expresión de las ideas y de las emociones y el contraste de pareceres. Cuando los conflictos no se manejan bien se producen escalamientos o aumentos en la intensidad de los mismos que pueden llevar a situaciones difícilmente reversibles.